Tribulaciones de un veterinario de urgencias I

Llevo más de 15 años atendiendo urgencias, junto a mis compañeras en la Clínica Veterinaria Puerto de Mazarrón, durante todo este tiempo, como se pueden imaginar, nos han sucedido situaciones de todo tipo.

El principal problema con que nos encontramos es que no permanecemos las 24 horas en la clínica, con lo cual es el propio dueño del animal el que valora su gravedad y si requiere o no los servicios de urgencia de un veterinario. En unas ocasiones tiende a infravalorar la gravedad, por ejemplo recuerdo el caso de un señor que pensaba que su boxer había sido picado por una avispa porque tenía la pata inflamada y no la apoyaba, resultando ser la supuesta picadura una fractura abierta de fémur, que necesitó de la aplicación de una placa con tornillos para su reparación. En otras ocasiones, se tiende a sobrevalorar la gravedad del animal, así por ejemplo es habitual que nos llamen al servicio de urgencias, porque el animal, generalmente cachorros adquiridos recientemente han vomitado “una vez”, aunque se encuentren perfectamente de estado general. En ocasiones hemos sido requeridos de madrugada por situaciones peregrinas como por ejemplo porque a mi perro “le zurren las tripas” (literalmente fue lo que dijo la señora), o porque ha estado jugando con una rana, aunque los animales objetivamente no tenían ningún síntoma de enfermedad.

En otras ocasiones, se usan los servicios de urgencias para atender animales que llevan días o incluso semanas enfermos. Generalmente sus propietarios, por falta de tiempo o en la confianza que se curarán por sí mismos dejan pasar el tiempo y suelen caer en la cuenta que sus animales necesitan atención “inmediata” fuera de las horas de consulta de la Clínica. También es frecuente que nos llamen los fines de semana o de madrugada porque alguien ha encontrado un perro en la calle y quiere saber qué se puede hacer con él. A veces estos animales errantes, presentan algún tipo de trauma o enfermedad y la persona que los ha encontrado se limita a dejarlos en la consulta y se despide en el mejor de los casos con un gracias y adiós.

Quizás lo más decepcionante para nosotros es encontrarte gente que no paga tus honorarios (ni los va a pagar), después de haber requerido tus servicios a horas intempestivas y haber solucionado su problema. Por ejemplo, hace tan sólo unos meses una de mis compañeras fue requerida un miércoles a las 4 de la madrugada para que fuera a un domicilio “para sacar a un perro de unos 35 kg” de debajo de una cama donde se había refugiado tras saltar del sofá y hacerse daño en una pata. En la casa en cuestión habitaba un matrimonio con una hija de corta edad. El señor, un joven de unos 30 años se declaraba incapaz de sacar a su perro del lugar donde estaba, aunque mi compañera, mas bien menuda pudo hacerlo, sin problemas, bajar dos pisos sin ascensor, ir a la clínica sedar el animal hacerle unas radiografías y diagnosticar que tenía una fractura de calcáneo que requería una cirugía inmediata (para entonces ya estaba amaneciendo). Nos pusimos en contacto con el caballero en cuestión y nos dijo que hiciéramos todo “lo que hiciera falta”. Por la tarde tuvimos que retrasar una cirugía programada para poder intervenir a este otro perro y al entregarle el animal dos días después, ya nos comunicó sus problemas económicos para poder pagar nuestros honorarios. Ante estas situaciones, siempre damos facilidades de pago, de forma que le sugerimos que nos dieren el importe del servicio de urgencias y la intervención nos la podrían ir pagando mensualmente, como ellos quisieran. A día de hoy no hemos visto, ni lo vamos a ver ni un céntimo en remuneración por todo nuestro trabajo.

Esto que lamentablemente, ocurre con frecuencia en nuestro gremio, es especialmente molesto para nosotros cuando alguien recurre a los servicios de urgencia.

En el próximo artículo repasaremos las situaciones que se nos plantean más frecuentemente en el servicio de urgencias de nuestra clínica.

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