Parvovirosis canina

El parvovirus canino tipo 2 fue descubierto en Norteamérica en 1978 y desde allí se extendió rápida y ampliamente por todo el mundo. En la actualidad se conocen tres variantes de este virus causante del descenso de efectividad de las vacunas existentes.

La parvovirosis canina afecta sobre todo a cachorros de menos de 6 meses, especialmente a aquellos que alojan otros agentes intestinales como rotavirus, parásitos o bacterias, así como en animales estresados o inmunodeprimidos. Existen algunas razas especialmente vulnerables a esta infección como los Doberman rottweiler, American Pit Bull y Labrador negro.

El virus se transmite sobre todo por vía oral por contaminación por heces por las que se excreta el virus, siendo el mismo muy estable en diferentes condiciones ambientales lo que contribuye al mantenimiento del virus en el medio natural, así como es resistente a muchos detergentes y desinfectantes, por lo que tiene un potencial de transmisión elevado.

Las manifestaciones clínicas de la enfermedad van a depender de la vía de infección. Cuando ocurre en los primeros días de vida el animal desarrolla una miocarditis no supurativa que provoca una muerte súbita sin embargo cuando la infección se produce en cachorros a partir de las seis semanas de edad, el cuadro consiste en una gastroenteritis hemorragia de consecuencias fatales en muchas ocasiones.

Los síntomas se inician generalmente con fiebre, progresando en uno o dos días a vómitos y diarrea hemorragia lo que ocasiona deshidratación y alteraciones electrolíticas. Posteriormente, podemos detectar en la sangre una disminución de los glóbulos rojos y blancos, así como de las proteínas plasmáticas ( albuminas ), sepsis, endotoxemia, coagulación intravascular diseminada y finalmente muerte por shock endotoxémico o hipovolémico.

La enfermedad se diagnostica por los signos clínicos, así como la detección del virus en las heces del animal mediante técnicas inmumoenzimáticas ( ELISA) que son baratos y rápidos si bien pueden detectar falsos positivos en perros vacunados.

El tratamiento es tan sólo de soporte mediante fluidoterapia, antibióticos y aneméticos. Se utiliza fluidoterapia específica en cada caso para el control de las alteraciones electrolíticas , generalmente solución de Ringer lactato enriquecida con potasio y glucosa, aunque en ocasiones usamos coloides, plasma o hasta transfusiones sanguíneas. Los antibióticos los usamos para controlar sobre infecciones bacterianas y los aneméticos para intentar minimizar las perdidas de líquidos y electrolitos. También podemos utilizar terapias de apoyo inmunológico como el interferón o el factor de estimulación de colonias de granulocitos, que son de elevado coste y de resultados inciertos.

El pronóstico de la enfermedad depende de factores como el estado inmunitario del animal, así como de la presencia de otros factores como parásitos intestinales o infecciones bacterinas, tipo de cepa viral, precocidad de diagnóstico y tratamiento, teniendo por regla general una tasa de mortalidad que oscila entre el 40 y el 60 %.

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